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domingo, 30 de agosto de 2009

Capítulo XIII - Dragón frito

Aquí el capítulo más largo que hemos hecho... xD No os extrañéis por el nombre, ya lo comprenderéis.


NEO
La noche había teñido de negro el cielo por fin. Kara estaba tumbada en la cama desnuda y boca abajo. Yo la miraba desde la ventana, también desnudo. Sonreí y saqué la cabeza por la ventana para respirar algo de aire fresco. Ya se notaba el salitre en el ambiente, el mar estaba cerca, o lo más seguro, debajo de nosotros.
El país del Agua estaba cerca, pues la humedad era muy abundante.



KARA
Menuda tarde me había hecho pasar el piloto. Le miré, estaba totalmente desnudo junto a la ventana. Sonreí y cogí una sábana, levantándome y tapándome con ella, me acerqué y le tapé también.
-A ver que desconsiderada ve este cuerpo serrano e intenta quitarte de mi lado… -susurré besándole junto a la oreja.



NEO
Me giré y agarré a Kara por la cintura pegándola a mí. Sonreí y la besé por el cuello con suavidad.
-Tranquila, es muy difícil encontrar otras mujeres por aquí, y más flotando a por lo menos 5000 pies de altura.- Sonreí y la tapé con la sabana.
-¿Y tú? Una mujer como tu no debería esta a la vista de un simple piloto. ¿Qué pensará tu familia rica?-Bromeé y la besé con sensualidad, acariciando sus labios con los míos.
Un temblor en la nave hizo que nos desequilibrásemos y cayésemos al suelo. Agarré a Kara entre mis brazos para que no se golpeara.
-¿Estás bien?-Pregunté mirándola preocupado. Al ver que estaba bien, me levanté agarrándola a ella.
-¿Qué coño ha sido eso?- El temblor se repitió con mayor intensidad. Cogí mi pantalón y me lo puse deprisa y corriendo junto con las botas. Miré a Kara.
-Quédate aquí, voy a ver contra que nos hemos dado.


KARA
Hubo dos temblores que nos desequilibraron, en el segundo caí atravesada sobre la cama. Neo decidió ir a investigar dejándome a mí ahí.
-Sí, hombre, me voy a quedar yo aquí. –dije echando la sábana a un lado y cogiendo un vestido ligero del armario, algo fácil de ponerse. Me lo coloqué sobre el cuerpo sin ponerme nada más que las botas.
-Venga, vamos. –dije saliendo.


SAYA
Estuve inquieta toda la tarde, justo después de ir a ver a Tigre.
El ambiente estaba más cargado y notaba como las mareas subían. Estábamos cerca de mi antiguo “hogar”. La humedad era palpable, y más aún cuando una es una aqua, o era una aqua.
Cayó la noche, me encontraba en cubierta, tumbada sobre la parte más alta de la nave al aire libre contemplando las estrellas.
Me incorporé y miré en frente, la isla ya era visible desde mi posición. Me deslicé por el metal hasta aterrizar en el pequeño balcón por el que una vez casi perdemos a Erika.
Entré en la Quimera, entonces fue cuando un temblor me hizo agazaparme y agarrarme a unos tubos en la pared.
-¿Qué coño…?- El temblor se repitió una vez más, me sujeté con fuerza hasta que pasó.


JIM
Acababa de echarme a dormir cuando hubo un gran temblor que me hizo caer al suelo.
-¿Qué? ¿Qué pasa? –me pregunté a mí mismo algo desorientado. Me levanté y me asomé al pasillo aún con el pijama (es decir, en boxer) Saya estaba agazapada a un lado. Me acerqué a ella.
-Saya, ¿estás bien? –pregunté ayudándola a incorporarse.


SAYA
Me levanté cuando el temblor desapareció. Miré a Jim y me vi reflejada en el cristal del botiquín. Los ojos se me habían tornado a un color azul marino oscuro, parecían negros.
-Si…- Me acerqué a una de las ventanas y vi que el ancla se había enganchado entre unas calas, teníamos el mar alborotado justo debajo. Las olas rompían en los acantilados.
-… he vuelto…- Susurré.

JIM
La miré algo extrañado, sus ojos se habían vuelto de un color más oscuro.
-¿Estás bien, Saya? ¿Te has… hecho daño o algo?

SAYA
No apartaba la mirada de la isla, negué ante la pregunta de Jim.
-Estoy bien…-Señalé la isla.
-¿Tenemos que bajar ahí?- Pregunté tranquila.


JIM
Me asomé a la ventana y miré la isla. Parecía tenebrosa con el mal tiempo que hacía.
-Bueno… eso parece, aunque supongo que no saldremos hasta que mejore el tiempo. –dije rascándome la nuca y acto seguido bostecé.


SAYA
Me giré sin mirarle.
-Vuelve a la cama.- Antes de que se retirase, posé una mano en su hombro y clave mis ojos oscuros en los suyos.
-Otra cosa, Jim, no intentes volver a besarme.- Sonreí y salí a cubierta para disfrutar de la lluvia.

JIM
Me sonrojé cuando dijo aquello. ¿No le había gustado? Pues era la primera mujer que opinaba que no besaba bien. Me fijé que estaba en boxer.
-Oh, genial… -me llevé una mano a la cara y me fui a mi cuarto.


NEO
El causante de las vibraciones resultó ser nuestro ancla se había encallado entre unas calas y había hecho que la nave se parase. Estábamos a oscuras y no se veía nada allí abajo, lo más indicado era apagar los motores y mantener la nave en vuelo con los paneles de gravedad.
Fui al camarote de Kai para informarle.
-Kai, es en ancla, esta atrapada entre unas rocas marinas. Bajaría a quitarla pero no aguanto mucho tiempo bajo el agua y no conozco a nadie que se maneje bien en las profundidades.


KAI
Iba a salir para ver qué pasaba cuando Neo se presentó en mi puerta y me explicó todo eso. Me quedé unos segundos mirándole.
-Oye, ¿me estás tomando el pelo? ¿Sabías que tenemos una Aqua a bordo, Neo?


NEO
Mierda, era verdad, la arpía. Pues mira, al parecer iba a servirnos de ayuda.
-Muy bien, Kai ¿y por qué no la ordenas que baje y desenganche el ancla? Así conseguiremos estrellarnos.- Dicho esto volví al puesto de mandos.


KAI
Puse los ojos en blanco y suspiré.
-Sí, señor. –salí en busca de Saya. Estaba lloviendo, de modo que supuse que estaría fuera. Salí a la cubierta y en efecto, estaba allí, bajo la lluvia.
-Saya, necesitamos tu ayuda.


SAYA
Kai salió a buscarme, necesitaban mi ayuda, muy bien. No dije nada, solo asentí y le seguí.
-¿Qué pasa?-Pregunté al ver a Neo tan alterado.
-¿Qué necesitas de la arpía?- Miré a Neo con una sonrisa guasona en los labios.


NEO
La miré fulminante, que asco la tenía, pero era la única Aqua a bordo.
-Muy bien, déjate de chorradas y ayúdanos. Tienes que desenganchar el ancla de las rocas o todos nosotros acabaremos en el fondo del mar hechos uno atunes.- Era borde aposta, no la soportaba.

KAI

-Yo te ayudaré. –le dije a Saya- No es plan que vayas tú sola ahí abajo, quizá necesites ayuda. –dije revolviéndome el pelo mojado para retirar las gotas que había en él.
-Vamos a prepararnos para bajar.

SAYA

-¿Prepararnos? ¿Seguro que podrás seguir mi ritmo, Copito?- Sonreí y me quité los cinturones y el culot, quedándome con la camiseta y la braguita. Salí a la cubierta y me subí a la barandilla, miré hacia abajo, había por lo menos 80 metros de altura y las olas rompían fuerte.
-Pues nada, te espero abajo.- Me lancé de cabeza, caí a gran velocidad y choqué contra el agua sumergiéndome. Al principio era doloroso, el choque del cuerpo contra el agua, pero para mí, después, era gratificante.


KAI
-Genial, será kamikaze. –miré a Neo, alcé una de las bengalas acuáticas que había cogido antes de que Saya se tirase.
-Si necesitamos ayuda, lanzaré una, el único que puede ayudarnos a subir si pasa algo es Jim, a no ser que tú te sientas con fuerzas de bajar ahí abajo… Hasta ahora. –mordí la bengala y me tiré al agua de cabeza, siguiendo a Saya.


SAYA
Todo estaba oscuro ahí abajo, saqué la cabeza y vi como Kai se lanzaba. Justo enfrente estaba el ancla y la cala. Buceé hasta ella y me subí encima de la cadena del ancla esperando a que Kai se acercase. Mientras, no apartaba la mirada de la isla…. Parecía distinta y algo me empujaba a ir allí. Me quedé un largo rato mirándola.

KAI
Tenía algo de escozor aún en el cuerpo cuando me situé al lado de Saya. Me coloqué el pelo hacia atrás.
-El agua está más fría de lo normal por aquí, ¿no crees? –pregunté, alzando la voz, pues el mar estaba agitado. Acto seguido sonó un trueno que iluminó el cielo.
-De puta madre… -dije, si llegaba un rato hasta aquí, cosa muy improbable, nos quedábamos todos fritos.
-¡Vamos! –me sumergí en el agua.


SAYA
Asentí y me zambullí con él. El ancla estaba encajada y enredada entre las algas. Cogí mi daga y empecé a cortarlas rápidamente. Me di la vuelta y me metí entre las calas sin dificultad, pues cuando estaba en mi elemento podía ser como él.
Apoyé la espalda en una roca y con los pies y la fuerza de mis piernas intenté retirar otra de las piedras para soltar el ancla.
Giré la cabeza rápidamente…. Me pareció ver algo. Miré a Kai y le índiqué con la mano que subiera a la superficie conmigo.


KAI
Saya hizo señales de que subiésemos a la superficie. Asentí y comencé a nadar. Cuando alcancé la superficie y pude respirar me sentí aliviado. Con la mano, me retiré el agua de la cara para que no se metiese por ningún orificio, busqué a Saya con la mirada.

SAYA
Saqué la cabeza poco a poco. Miré a Kai y le hice señales de que se estuviese cayado con uno de mis dedos en mis labios. Miré tras él, una enorme aleta dorsal asomaba y se dirigía hacia nosotros.
Agarré el brazo de Kai con mucha lentitud y le acerqué.
-No te muevas.- Le susurré en el oído señalando a la criatura.
-Dame la bengala.- Me llevé a la boca el mango de mi daga sin dejar de mirar al monstruo que se acercaba.


KAI

Miré la aleta, ¿un tiburón?
-¿Crees acaso que la bengala lo asustará? –pregunté susurrando, sacando la bengala del bolsillo y entregándosela en mano.


SAYA
Sonreí y até mi daga a un extremo de la bengala con un alga.
-No, pero servirá para reventarle en mil pedazos, además, no es un tiburón, es un dragón.- Dije, le di un pico y me sumergí, buceé a gran velocidad y divisé al dragón, no es el típico escupe fuego, no, este era el más terrorífico. Su cuerpo está lleno de púas y al simple roce, te vas para el otro barrio. Son ciegos, por lo tanto cualquier movimiento crea una honda que la percibe enseguida, por eso hay que permanecer Inmóvil.
Le divisé delante de mí, era enorme, pero una cría al fin y al cabo. Sujeté la daga con una mano y la bengala con la otra, en cuanto la bengala rozara una de sus púas, ¡pum! En mil pedazos.
Así lo hice, el monstruo pasó por mi lado, me estuve quieta, aunque seguro que sabía que estaba allí. Le miré y justo cuando fui a clavarle la daga, este me percibió. Fue directo a por mí. Me moví rápido y acabé en su lomo clavándole la daga en toda la cabeza. El dragón saltó a la superficie como un delfín conmigo encima. Pude ver a Kai, abrí la bengala y dejé que cayera encima de las púas del Dragón. Salté a tiempo de evitar la explosión.


KAI
Casi no me enteré de lo que pasó después del pico. Vi como Saya salía disparada de bajo el agua montada sobre aquel dragón. Fue alucinante, parecía que lo había domado. Entonces vi como clavaba la bengala en el dragón. Abrí los ojos ampliamente y me sumergí lo más que pude cuando la explosión inició. Una vez finalizada, volví a subir a la superficie y busqué a Saya con la mirada.
-¡Saya! –la llamé, bajo el murmullo del agua furiosa.


SAYA
La explosión no llegó a afectarme, fue alucinante, El Dragón reventó como yo esperaba. Salí de debajo del agua y tomé una gran bocanada de aire. Jadeé y miré como el animal había quedado, hecho pedazos. Sonreí.
-¡¡¡WOOOOOO!!!- Chillé eufórica y excitada.
-¡Dios! ¡Ha sido alucinante!- Empecé a descojonarme sin parar y me acerqué a Kai.
-¿Has visto lo que he hecho? Pensaba que la iba a palmar, en serio, pero en realidad me ha dado tiempo a saltar.- Me eché el pelo hacia atrás y miré a Kai, la risa cesó, seguro que estaba cabreado.

KAI

Suspiré.
-Espero que te lo hayas pasado bien, pero tenemos que volver. –señalé con el dedo hacia arriba.
-A no ser que quieras que se vayan sin nosotros, claro, no creo que les importase mucho librarse de mí.

SAYA
Asentí y miré de nuevo la isla.
-¿Iremos allí? -Le pregunté mirando hacia la isla. Estaba como hipnotizada, hacía años que no volvía allí, a donde nací.
-Ya no soy una Aqua, no tiene sentido que yo pise esa tierra.

KAI
-Nadie pertenece a esa tierra de aquí, y no por ello no tenemos derecho a ir, ¿no crees? –nadé hasta ella y la agarré del brazo.
-¿Qué te parece si vamos subiendo? Siento que algo corre bajo mis pies y no me gustaría tener que arrancar tentáculos con los dientes.


SAYA
Sonreí cuando dijo lo de los tentáculos.
-Tranquilo, yo te protegeré.- Miré por última vez a la isla y acto seguido hice lo que me ordenó. Nadamos hasta el ancla por fin liberada. Me agarré a la cadena y extendí una mano a Kai para ayudarle a subir.

KAI

No necesitaba ayuda para subir, pero cogí la mano de Saya y me alcé hasta agarrarme con una mano en la cadena y la con la otra agarrar a Saya de la cadera. Pude ver en mi mano que el agua se estaba congelando en mi cuerpo, había una pequeña escarcha.
-Vaya, otra vez. –alcé la cabeza.
-¡Neo! ¡Sube el ancla! –grité, no me oiría de otra manera.


NEO
Al fin el ancla estaba liberada, escuché a Kai y empecé a subir la cadena.
-¡Seguro que tenéis buenas vistas desde ahí!- Sonreí y esperé que la cadena subiera del todo.

SAYA
Sonreí y bajé la cabeza. Una de mis manos rodeaba la cintura de Kai mientras que la otra se aferraba a la cadena. Nos subieron pero no al puesto de mando, sino a la sala de máquinas, donde guardaban en ancla. Allí nos esperaba Erika con un par de toallas y ropa seca.
Agarré una toalla y me la enrollé alrededor del cuerpo.


KAI
Cuando llegamos a la sala de máquinas me revolví el pelo para apartar el agua, convertida en pequeñas gotas de granizo por el frío de mi cuerpo. Cogí la toalla y me la puse en la cabeza mientras me quitaba la camisa para secarme.



SAYA
Erika dejó encima de una mesa la ropa para cambiarnos, Me sequé le pelo todo lo que pude y acto seguido me quité la camiseta. Erika se había ido y no había nadie más que Kai, así que, no me importaba, no había nada que no hubiese visto antes,
Agarré una camiseta blanca de tirantes, supongo que de Erika y me la puse, me quedaba algo apretada, pero al ser elástica…
-¿Te has asustado cuando me has visto encima de aquel bicho?- Le pregunté a Kai mientras me despedía de mis braguitas. Me puse un pantalón corto, un poco más grande y me giré para mirarle.

KAI
Cuando formuló aquella pregunta, un escalofrío recorrió mi espalda, el cual no hice notar, la miré, con su ropa seca, la quedaba pequeña
-No digas tonterías, ¿qué te hace pensar eso? –me quité los pantalones y cogí la camiseta negra que había en la mesa.


SAYA
Sonreí y me senté en la mesa.
-Que me alegro de que no te preocuparas, no quiero que lo hagas, nunca.- Le miré sinceramente.
-Además, ese Dragón no era gran cosa.- Me estiré y me bajé de la mesa, me acerqué a Kai y le di un beso en la mejilla alborotándole el pelo.
-Buenas noches, Copito.- Sonreí y me dirigí a la puerta.


KAI
-No me llames así. –dije peinándome con una mano. Definitivamente a esta mujer le afectaba la humedad. Terminé de vestirme y cogí todo. Subí las escaleras hasta los pasillos de los camarotes.

TIGRE
Caminaba por los pasillos cuando Saya y Kai regresaron de un trabajito. Era tal el alboroto que me era imposible conciliar el sueño. Me encontré de cara con Kai. Clavé mis ojos verdes en los de él.
-Espero que sepas cuidar de ella, sino, me la llevaré de aquí y muy lejos.- No quería ningún mal para ellos dos, pero eran muchas las veces que había visto a Saya llorar por él y no aguantaría ni una más.


KAI
Entrecerré los ojos cuando vi al gato y me amenazó.
-Tú no pintas nada en eso, Tigre. Eres amigo de Saya y punto, ella decide su destino, y si elige estar conmigo, tú no puedes apartarla de mi lado porque te sientas solo. Lo siento, pero es así. He estado sin ella seis años por su felicidad, y no voy a renunciar de nuevo, no al menos por ti. –le esquivé. No me gustaba mantener conversación con un animal, me sentía ridículo.
-Sé que sufres por Saya, pero no tienes ni remota idea de lo que he sufrido yo, así que te aconsejo que me dejes tranquilo de una vez. Yo estaba protegiendo a Saya desde mucho antes de que tú llegaras, así que no intentes ocupar mi puesto, ¿oído? –me tenía harto, siempre esperando a que cometiese un error para intentar arrancarme un brazo.



TIGRE

Kai me dejó las cosas claras, cosas que ya sabía de sobra.
-Se lo que has sufrido, y lo que estás sufriendo por ella, se te hace complicado y lo sé, Saya ha cambiado mucho desde que tú no estás a su lado. Con esto no te quiero decir que la culpa sea tuya de la separación, fue solo elección de ella, pero te puedo decir una cosa que ninguno de esta nave sabe. En esa isla hay algo que irrita a Saya, ten cuidado, su comportamiento puede cambiar esta noche, y mientras permanezcáis en la isla.- Le miré y acto seguido volví a la bodega.


KAI
¿Para qué tanto misterio? Si pretendía meterme miedo iba a necesitar más que un par de palabras en mi mente relacionadas con el comportamiento de Saya. Ella en sí no me daba miedo, lo que me daba miedo era lo que pudiera pasarle.
Suspiré y me arrasqué la nuca. Sería lo mejor que tuviese vigilada a Saya, así que fui a buscarla.


SAYA

Estaba fuera, la lluvia paró y el mar parecía un estanque.
No podía dejar de mirar la isla, algo me inquietaba, desde que llegamos. Parecía muy apagada, sin vida. La vegetación era muy abundante, pero…
Suspiré y me tapé con una manta que me había prestado Erika.



KAI

La vi de nuevo en la cubierta, tapada con una manta, mirando la isla a lo lejos. Parecía inquieta. Me acerqué, y rodeé sus brazos con los míos, apoyando la barbilla en su hombro.
-¿Tienes frío? Estás temblando.



SAYA

Kai se acercó por detrás y me abrazó.
-Un poco, pero se me pasará, tranquilo…- Me acomodé la manta sobre los hombros y apoyé la nuca en su pecho, cerré los ojos disfrutando de la brisa.



KAI

-Echas de menos la isla, ¿verdad? –sentía que a parte de frío tenía nervios, no sabíamos lo que encontraríamos al llegar. Ella fue desterrada, ¿y si teníamos algún problema?
-¿Por qué no vamos dentro e intentas dormir un rato? Te sentirás mejor.

SAYA

Suspire y abrí los ojos.
-Si…-Dije con la voz algo temblorosa. Seguro que esa noche tendría pesadillas.
Rodeé la cintura de Kai con mis brazos y apoyé la cabeza en su pecho mientras volvíamos dentro.
Le miré sin que él se diera cuenta, sonreí levemente y volví a apoyar la cabeza sobre su pecho. No me hubiera imaginado que estaría de nuevo así, agarrada a él.


KAI
Saya estaba rara. Nunca solía tener frío y parecía nerviosa. Algo me escamaba a mí también, en esa isla había algo que nos traería problemas.
Cuando llegamos a la habitación, me acerqué al armario y saqué una sábana. Yo nunca pasaba frío, por lo que en mi cama no había nada con que taparse, sólo la funda. Vi que seguía distraída, me acerqué y la alcé la cabeza para que me mirase.
-Todo irá bien. –deposité un suave y frío beso en su frente.


SAYA
Cerré los ojos y suspiré.
-Supongo que si.- Dije simplemente, seguía distraída, pues no podía quitarme de la cabeza esa rara sensación.
Me senté en la cama tapándome con la manta.
-Nunca había tenido frío, bueno, más bien no es frío… es inquietud.- Le miré.
-No quiero molestarte, seguro que estás cansado y quieres dormir.- Me levanté.



KAI
-No te preocupes. –la agarré de los hombros y volví a tumbarla. Me acosté a su lado, rodeándola con mis brazos.
-Intenta dormir aunque sea un poco, lo más posible es que mañana necesitemos energía, puede que haya soldados de Draco allí. –la acaricié el pelo, pasando mis dedos entre sus rizos.


SAYA
Me tumbó de nuevo y se acostó junto a mí. Me rodeó con sus enormes brazos y me acarició el pelo.
Me giré y apoyé la frente en su pecho, respiré hondo y cerré los ojos.


El sueño no duró mucho, me desperté cuando la luz del sol se filtraba por la ventana de Kai. Me levanté y me senté en el poyete de la ventana contemplando como los rayos iluminaban la piel pálida de Kai.

KAI
Empezaba a sentir el calor sobre la piel, el sol había comenzado a salir. Busqué a Saya con la mirada, estaba apoyada en la ventana. Me senté.
-¿Has podido dormir, Saya? –pregunté pasándome la mano por la nuca.


SAYA
Kai se despertó, le miré y negué. No había dormido nada desde que me tumbé junto a él
-Cabezadas, solo eso.- Me encogí de hombros bajando la cabeza.
-No te preocupes, me echaré un rato cuando volvamos.



KAI
Suspiré.
-Está bien. –me levanté.
-Voy a vestirme, después quiero que vengas conmigo a desayunar. Además de no dormir no puedes estar sin comer. –abrí el armario y busqué la ropa. La coloqué sobre la cama y me quité la camisa.
-Si ves que puedes dormir un rato ahora no hay problema, descansa.

SAYA
Negué de nuevo y me quedé ahí, subida en el poyete.
Le miré mientras se quitaba la camisa y se vestía. Me crucé de brazos sin decir nada.
-¿Cuándo piensas partir?


KAI
La miré de reojo mientras me cambiaba de pantalones.
-Partiremos todos cuando estemos preparados. –me acerqué y la di un beso corto, seguido de uno más largo.
-¿Tienes hambre?

SAYA
Le acaricié la mejilla con la yema de mis dedos.
-No mucha, la verdad.- Le miré a los ojos y suspiré.
-No me imaginaba que después de tanto tiempo me iba a afectar tanto el volver a la isla. Cuando… ni siquiera es mi verdadero hogar.- Aparté la mano de su mejilla con suavidad.



KAI
-Pero eso es porque… tu hogar está en el Reino del Hielo, con Kai, Max, Natty, conmigo… -posé la mano sobre su cara, que ocupaba toda su mejilla y parte de la frente.
-No tienes por qué tener miedo, estamos contigo… todos, ¿vale? No te va a pasar nada ahí abajo.


SAYA
Posé mi mano encima de la suya, sonreí ligeramente, sus palabras me aportaron algo de confianza.
-Si tú lo dices, te creeré.- Sonreí y me bajé de la ventana.
Me percaté de que encima de su mesa de estudio se hallaba su espada envainada. Me acerqué y la cogí. La desenvainé y miré el acero. Era ligera y fácil de manejar. La volví a envainar y se la entregué a Kai.
-¿Me enseñarás a utilizarla?



KAI
Cogí la espada cuando me la entregó y la colgué a mi espalda.
-¿Qué? ¿Desde cuándo te hace falta a ti una espada? –pregunté algo descolocado por la pregunta. Abrí la puerta para que saliese.


SAYA
Me encogí de hombros y le miré inclinando la cabeza levemente a un lado.
-Todos tienen armas y yo, bueno… peleo como una fiera salvaje, no sé… lo veo poco noble.-Salí antes que él y le esperé.
-Pero déjalo, no hace falta que me enseñes si no quieres.



KAI
-No, claro… puedo enseñarte, supongo que no supone ningún problema. Aunque te advierto que soy un profesor impaciente, así que no vengas con “profe, estoy cansada”, ni “ay, me he cortado con la espada, ¿puedo ir a curarme?” –sonreí.


SAYA
Le di un leve codazo en el abdomen.
-No te pases, profe.- Sonreí y le miré de reojo.
-¿Sabes lo que más me gusta de que tú seas mi profe? El que yo sea tu alumna, será una relación peligrosa.- me giré y le miré con cara inocente.
-¿Y si lo descubren mis papis?


KAI
Me reí.
-Bueno, iré a la cárcel, a ti no te pasará nada. –la giré, la cogí de la cintura y la empujé hasta la cocina.
-Las alumnas deben alimentarse bien, así que a desayunar. –cuando entramos por la puerta de la cocina, estaba allí Kara, semidesnuda, sentada sobre la mesa, con la cabeza entre las piernas. Alcé una ceja.
-¿Qué… haces?



KARA
Alcé la cabeza cuando Kai me preguntó.
-Humedad. Asquerosa y húmeda humedad. –me pasé la mano por el brazo.
-Se te pega como una lapa, es horrible, siento que me deshago, ¿cómo podéis vivir aquí? –me puse una coleta.
-¡Si tengo hasta bochorno! –le miré.
-Oh… no he preparado desayuno, os conformáis con cereales o café. –alcé mi taza.
-Lo ha hecho Neo, está muy aguoso, os recomiendo los cereales. –bebí un sorbo e hice una mueca.
-Sabe a agua de fregar.


SAYA
Sonreí, era muy normal, Kara era un Piro. Abrí la nevera y miré lo que había.
-Uuuuh, fresas.- Miré a Kara.
-¿Se puede?


KARA
-Coño, si quedan… -cogí una.
-Son tuyas. –salí de la cocina, cuando pasé por el lado de Kai me dio un escalofrío.
-Dios, tío, estás helado. –me fui a paso ligero.
-¡Neo! ¡Necesito calor humano!


SAYA
Saqué el cuenco con las fresas y lo puse encima de la encimera. Miré a Kara mientras se iba, sonreí cuando grito aquello.
-Parece que la capitana y el piloto congenian bien.- Agarré una fresa y la mordí.
-¿Quieres?-Le pregunté a Kai, sabía que era su fruta favorita.



KAI
-¿Me tomas el pelo? –me acerqué y cogí una.
-Hace siglos que no como de estas. –La mordí- ¿Sabes que las mejores se cultivan en el Reino del Rayo? –Me quedé callado un momento- Parezco una Maruja, ¿verdad?



SAYA
Me reí y asentí.
-Una Maruja muy atractiva.- Sonreí y cogí otra fresa.
-Voy a cambiarme, marujón, que tengas suerte con tus chismes.- le di un beso en la mejilla pringándosela de fresa.
-Uy, te he dejado marca.- Me reí y salí.



KAI
Sonreí cuando salió y me limpié la mancha en la mejilla con la palma de la mano. Cogí el cuenco y me comí otra fresa. Miré a todas partes, cogí una silla, la pegué a la encimera, me subí y dejé el cuenco sobre un armario alto.
-Son mías. –dije triunfal bajando de un salto.

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